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El Madrid aposenta sus reales

No es que el Madrid ganara en Valencia, que ganó, sino que dejó una sensación de superioridad casi excesiva, Se presentó con bajas serias, con una media experimental, Guti-Borja, con Mejía recién estrenado, con Raúl Bravo recolocado en el lateral y con el portero suplente. El Valencia había apelado a toda su fuerza para interior intentar el milagro. Per collons, era el tifo acordado. Una cita con el esfuerzo máximo, con el orgullo del club, con sus mejores virtudes. Pero en trece minutos, un pase de Ronaldo a Raúl, entre las piernas de Ayala, había acabado con la eliminatoria.

Hay una distancia grande entre el Madrid y el Valencia de estos tiempos: el poder resolutivo. Se vio en Madrid y se vio en Valencia. Y hay otra distancia grande entre ambos: la unidad de propósito. El Madrid tiene su modelo, definido por su presidente de forma para algunos temeraria y hasta fanática. Es lo que llamamos zidanes y pavones. El Valencia, por contra, es una suma de reinos de taifas, en los que cada uno le pega un capotazo al toro: Bautista Soler, Jaime Ortí, Manuel Llorente, Suso García Pitarch... Y Rafa Benítez, que hace lo que puede, que es mucho.

Pero ese mucho no da para romperle una ceja a este Madrid de Raúl, Ronaldo y los demás, un Madrid poderoso y relajado, que se echó a la bartola la primera quincena del año, prolongando excesivamente las vacaciones, pero que ha vuelto a arremangarse. Ahora juega con interés, aprieta lo suyo, van todos al saco y mantiene el inmenso poder de su pegada. Sin mayores esfuerzos no sólo defendió su 3-0 de la ida, sino que ganó en Valencia y se metió en semifinales con el aire de quien espera mayores desafíos en lo que lucirse. Este Madrid es mucho Madrid.