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Camacho arrasado en lágrimas

¿Está pasando algo aquí? Por favor, que alguien nos lo explique. Ver a Miklos Feher, jugador húngaro del Benfica, desplomarse en directo nos deja el ánimo hundido y la razón desorientada. ¿Puede un hombre joven y sano morirse así, de golpe, en plenitud? Cuando murió el camerunés Foe nos dijeron que sí y hubimos de creerlo. Pero cuesta creerlo. Ahora aquel drama se ha renovado ante nuestros ojos catódicos, con esa escena inesperable. La cámara le enfoca, mientras mira con cierta guasa al árbitro, que le amonesta. Su mirada es lúcida. Al momento se desploma.

Cuando escribo aún no hay seguridad sobre el desenlace del drama. No hay noticia fatal. Y escribo con tanta ansiedad por un feliz desenlace como por un diagnóstico serio y seguro. Algo que me pueda convencer que estas cosas son naturales, por muy raras que parezcan. Algo que nos permita descartar las sospechas que en estos casos nos asaltan y que nos hacen temer que algunos deportistas se convierten en laboratorios vivos, que se someten más o menos voluntariamente a tratamientos de mejora física cuyas consecuencias no se conocen... hasta que se conocen.

No hay por qué dejar volar las peores sospechas, desde luego. Pero por eso mismo sería necesaria una explicación completa sobre el hecho, aunque esa explicación sea tan sencilla como unos análisis cardiológicos descuidados. Lo que no resultaría tranquilizador para nadie sería que se silenciaran las causas, que se diera una patada para adelante y que nos dejaran a todos en el desasosiego de saber que estas cosas son posibles y que sus causas pertenecen al secreto que velan unos pocos. Porque eso es lo que hace que se extiendan sobre el deporte las más negras sospechas.