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¡Ese es mi Roberto!

Pienso regresar al periodismo de investigación para averiguar qué comieron en Navidad mis galácticos. Sospecho que ha habido una conspiración gastronómica que se ha propuesto convertir en un equipo vulgar a esta colección de cracks que desde que empezó el 2004 parecen víctimas de un mal de ojo. Debe ser el mazapán asesino que nos los han devuelvo hechos unos zorros. Pero, afortunadamente, en este Madrid desorientado y plano queda gente con orgullo. Uno de ellos es Roberto Carlos, ante el Éibar B, que paradójicamente es mejor que el A, fue de los pocos que huyó del mal rollo que está impregnando al campeón de Liga. Veloz, buscando el desmarque, chutando a Basauri desde cualquier distancia... Roberto en estado puro.

De hecho, una de sus explosivas apariciones abrió la lata justo cuando el Bernabéu empezaba a echar fuego por la boca después de que Cuevas renunciase a entrar en el paraíso errando un gol que se convirtió en un homenaje a Cardeñosa y Salinas. Pero Robertinho siguió a lo suyo, resucitando la conexión brasileña con Ronie (¡Véis por qué os digo que el Madrid os necesita a los dos!). Y terminó luciendo el brazalete de capitán con dignidad. El madridismo ha recuperado a su primer galáctico.