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El Madrid está a medio camino. Del título guionizado o del fracaso absoluto. Es la ley del más grande. No hay resquicio para la condescendencia. Por eso el paso del ecuador liguero obliga a detenerse más en las sombras, aunque las luces sean seductoras para los paladares más exigentes. Máximo goleador de la primera vuelta, virgen vestal en el Bernabéu, portero en tres dimensiones (Iker, siempre fieles), Beckham convertido en el Stielike del siglo XXI, Pavón y Bravo consolidados como una pareja de luxe que da la cara por la cantera, Raúl y Ronaldo enchufando 23 dianas de todos los colores... Pero conviene no mirarse mucho el ombligo para evitar sufrir un siniestro total inesperado. Primero, Queiroz debe ponerse los puños americanos y acelerar el ritmo de los entrenamientos.

Cierto que hay sobrecarga de partidos, pero es curioso que los descansos sean contraproducentes para los galácticos. Estos divos viven del balón y por eso mañana ante el Éibar verán de nuevo a los buenos. Segundo, la eterna búsqueda del doble pivote demuestra que ni Guti, ni Cambiasso ni Borja han aprobado la selectividad de ese puesto. Y tercero. El Madrid ha perdido la línea recta. Hace falta que Roberto Carlos recupere su explosiva chispa porque si no es por él nadie rompe verticalmente en este equipo. Por eso vendrá Henry. A este coche galáctico sólo le falta la quinta velocidad.