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Un partido para la leyenda negra del Madrid

Partidos como el de ayer han servido para tejer la leyenda negra del Madrid. El de ayer servirá para renovarla. Porque si la imagen del equipo fue mala, la lectura que deja el partido fue peor. El Madrid fue un equipo sobrado, perezoso, que marcó pronto un gol y sesteó, que traicionó la ética del esfuerzo que forma el pilar de su historia. Y si pese a ello ganó fue porque el buen juego del Murcia chocó con el arbitraje de Teixeira, que en las ocasiones serias (y hasta en las que no lo eran) se equivocó siempre en su contra. El resultado final es una sensación de abuso sobre el débil, de injusticia.

Una sensación parecida ya dejó el partido del Racing, pero al menos aquel día el Madrid se movió más. Le ayudaron los errores arbitrales, pero puso de su parte ante un gran Racing. Ayer, por contra, el Madrid se dejó ir de una manera clamorosa, como si confiara en que de neutralizar al Murcia ya se encargaría el árbitro. El Madrid no necesita estas ayudas, se suele decir en estos casos. Bueno, pues ayer le vino de perlas la ayuda, porque sin ella no sé cómo hubiera salvado los puntos. Y todo por un deplorable estado físico. Porque, evidentemente, no ha habido trabajo tras las vacaciones.

Y la pregunta es ¿por qué hacen estas cosas los árbitros? Manolo Lama suele improvisar una explicación chunga en sus transmisiones. "Éste ha venido a Madrid a por camisetas de los galácticos para sus sobrinos". Algo de eso habrá. Quizá no eso exactamente (o sí) pero desde luego el tamaño del estadio, siempre lleno, el prestigio de los galácticos, todo el aire de poder que destila el Madrid de hoy (ahora sí que es el equipo del gobierno) acogota a determinados árbitros. Ese fue el caso de ayer con Teixeira, que con su caserismo despojó al Murcia de un premio que se había merecido.