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Hace del balón un Stradivarius

Primero, tercero, quinto, séptimo, octavo, undécimo... A saber: Zidane, Ronaldo, Roberto Carlos, Beckham, Raúl, Figo... El Madrid tiene seis de los once mejores jugadores del mundo, según el criterio de los seleccionadores de todo el planeta. Entre ellos, el ganador, Zidane, que lo consigue por tercera vez, con lo que iguala a otro madridista, Ronaldo. Entre uno y otro ha quedado en esta edición Henry, que es el próximo objetivo de Florentino, y como sabemos que el presidente madridista donde pone el ojo pone la bala, ya le presentimos vestido de blanco. Es el Madrid galáctico.

Para mucha gente resulta empalagosa esa conjunción de estrellas, que inunda portadas, telediarios y radios. Más sensato es relajarse y disfrutarlo. Si alguien ha tenido el acierto de reunirlos, lo único que se puede hacer es aplaudirlo y estudiar lo que, para cada cual, haya de imitable en el modelo. Yo no me quito de la cabeza que el Barça estuvo más cerca que el propio Madrid de conseguir esto. A Ronaldo y Figo los dejó ir. A Zidane (al que ya pretendió Cruyff hace mucho) y a Beckham los ha podido comprar en estos años, por mucho menos de lo que gastó en medianías.

Pagar por lo excepcional, ahorrar en lo que no lo es. Esa es la receta que ha permitido a Florentino reunir ese equipo excepcional, cuyo punto flaco es la precariedad de su línea de reservas, pero mientras estén los principales, ¿a quién le importa eso, aparte de a Queiroz? Lo que se ve cada domingo sobre el campo, y cada año en el par de galas que montan la FIFA y France Football es un equipo glorioso, que más que envidiado merece ser disfrutado, y que tiene como perla a ese argelino que hace del balón un Stradivarius. ¿Es el mejor? Ni siquiera lo sé. Yo creo que juega a otra cosa.