NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Más lápiz de Pino que balón de Ronaldinho

Lo contó en estas páginas Tomás Roncero hace un par de temporadas: Pino Zamorano llegó a Primera tras una carrera edificada sobre una mentira. Nacido en Madrid y vecino de la capital, hizo su carrera en el colegio castellano-manchego, aprovechando que su padre, que en su día también fue árbitro (Pino Casado, de breve paso por Primera) tenía allí lo que podríamos llamar buenos contactos. Así fue subiendo poco a poco de categoría hasta alcanzar la Primera División. Entonces se empadronó en Ciudad Real, pero mantuvo su trabajo... en el Ministerio del Aire, de Madrid.

Es el lado oscuro de nuestra refulgente Liga: la Federación que la ampara y sus chapuzas, entre las que ésta no es de las menores. El hijo de un mal ex árbitro puede colarse hasta Primera División con trapacerías. Se dice y no pasa nada. Pero como es malo, corremos el riesgo de que se descosa en cualquier momento. El duendecillo del ordenador le ha designado en esta primera vuelta para dos derbys. En el madrileño fue una malva. Quizá le influyó que AS descubriera la víspera que se baña en verano en una piscina con el escudo del Atlético en el fondo. Su prudencia fue exquisita.

Pero ayer batió un récord. Tras tragarse un penalti en el área del Barça por mano de Márquez ante cabezazo de Lopo, se agarró a la tarjeta como imposible flotador para salvar su arbitraje y dejó el partido en 16 jugadores. Con el agravante de su exasperante lentitud, como de recién alfabetizado, para anotar los nombres, así que ocupó más pantalla él con el lápiz que a Ronaldinho con el balón. La mejor liga del mundo (a doce euros el partido en PPV) tiene esta otra cara. Es la caspa del villarismo, que llueve generosa sobre todos en las más diversas formas. Ayer fue en forma de pinos zamoranos.