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Ronaldo: hasta en el Camp Nou le aplauden

Estarán conmigo en que lo de Ronaldo no tiene igual. Hace un gol en el Camp Nou y hasta los culés le aplauden cuando le cambian. Monta una fiesta de cumpleaños que parece una orgía romana y nadie se escandaliza. Está en trance de separación de su mujer y ella le lanza elogios y le sonríe. Juega con evidente sobrepeso pero nadie se lo reprocha. Gana una fortuna y a nadie le molesta. Estrena botas azules y ningún clásico le denuncia por sacrílego. Lo que en otros no se toleraría, en él se mira con simpatía. Todo lo más, se le aplica el cariñoso apodo de Gordito.

Recuerdo una anécdota que se contaba hace muchos años, en Argentina. Un presidente quería fichar a un crack que marcaba muchos goles. Tenía casi hecha la operación cuando le contaron que el jugador llevaba una vida muy irregular. Entró en dudas. Y entonces, el entrenador le convenció con estas palabras: "Pero bueno, ¿usted qué busca? ¿Un goleador o un novio para su hija?" La anécdota es real. El jugador fichó y marcó muchos goles para su nuevo equipo. Como los marca Ronaldo para este Madrid al que tiene fascinado. ¿Qué más da cómo viva fuera del campo?

Ronaldo es feliz como el cielo es azul, porque sí, porque no puede ser de otra manera. Y a diferencia del cielo, a él nada puede nublarle. Por eso mete tantos goles. La naturalidad redimidora con la que lo hace todo desarmaría a los moralistas que intentaran buscar pecados en su actitud. No peca, simplemente vive. El concepto de pecado no casa con él. Es feliz, regala felicidad en formato de goles (que es uno de los más apreciados) y sólo quiere que los de alrededor estén tan contentos como él. Ya sabemos que eso es imposible, pero se agradece que lo intente.