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¡Pensar que sus portadas no vendían!

En los periódicos deportivos, las noticias que más tiran, las que más venden en portada, son las de los fichajes. La perspectiva de buenos refuerzos ilusiona a los aficionados de todos los equipos. No digamos si se trata del Madrid y de un galáctico. Usted quizá recordará la insistencia en portadas sobre Zidane o Ronaldo en los veranos anteriores. Para algunos resultó excesivo, pero lo cierto es que cada portada con noticias sobre la aproximación del fichaje vendía más que la anterior. ¿Y Beckham? Pues, la verdad, no tanto. La gente no le esperaba con tanta ilusión.

Se le veía como un jugador bueno, pero más como una operación de marketing para batir al Manchester en los mercados asiáticos que para cubrir una necesidad futbolística del equipo. Al fin y al cabo, ocupaba el puesto de Figo, obligaría a algunos retoques y ¿qué podía aportar, fuera de su precisión en las faltas? Pero han pasado muy pocos meses y aquel supuesto producto de marketing es. además de un jugador exquisito, una fiera del centro del campo, fiel heredero de la línea indesmayable que establecieron en sus tiempos Di Stéfano, Pirri, Stielike o Camacho.

Por supuesto que también es un icono de la modernidad, que atiende sus compromisos de estrella y que hechiza en el primer encuentro, como bien pudimos comprobar ayer. Aquí debajo se lo cuenta Trueba. Pero nos ha enseñado que una cosa no quita la otra, que se puede llevar alzado en el pelo y enfrentarse al ambiente de Belgrado o de El Sadar. Nos ha enseñado que el brazalete de capitán de la Inglaterra no se le regala a cualquiera y que la virilidad no está reñida con el cuidado esmerado del aspecto propio. Nos ha enseñado que el fútbol también es modernidad.