NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El primer galáctico

Lo recuerdo como si fuese ayer. 24 de julio del año 2000. En la Sala de Trofeos del Bernabéu se derretían hasta las ideas con un calor bíblico. Luis Figo, todavía con cara de circunstancias, apareció junto a Florentino y Di Stéfano portando su nueva camiseta. La blanca. Con el 10, número destinado a los grandes (Puskas, Pelé, Platini, Zico, Maradona...), este portugués corajudo y orgulloso dejó al Barcelona con todas las consecuencias, harto de ser el ídolo del Camp Nou para que luego los premios y las portadas se las llevase siempre Rivaldo. Figo pareció un intruso en esos primeros días en su nueva casa, pero Raúl ejerció de perfecto maestro de ceremonias para aleccionarle rápido e inculcarle los valores sagrados del madridismo.

Han transcurrido tres años y Figo ya ha logrado hacerse un hueco en las vitrinas sentimentales de los aficionados. Figo terminó de canonizarse en la Casa Blanca el Cochinillo Day, y desde entonces el Bernabéu le exige, le recrimina y le ama como si hubiese nacido en Chamberí. Quizás por eso no se le valoralo suficiente. El caso es que ya ha superado el centenar de partidos en Europa (hoy cumple en Marsella el 103) y creo que es hora de calibrar su aportación jerárquica como merece. Su insistencia, su brega continua, su desborde en corto, su fiereza en las grandes noches... Sé que no es Zidane o Ronaldo, pero no está acabado. Le veo otro añito más de blanco. Al tiempo.