Jeroglífico Benítez
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Es uno de los grandes valores de nuestros banquillos, pero Benítez tiene tendencia a barajar en exceso las cartas. Ayer decidió que Aimar y Vicente vieran con él la primera parte desde la banda. Y claro, cuando salieron, ya no era lo mismo. El equipo estaba desquiciado por un Racing que ha dejado de ser sorpresa en sus salidas. Benítez no llegó con buen pie a Valencia. Venía de un lugar que algunos directivos denominan como la meseta y además con poco cartel. Pero en un su primer año, sin rotaciones ni gaitas en el tramo final de la Liga, se llevó el título. Luego llegaron los excesos del pasado año para dar descanso a las estrellas y, finalmente, la lucha de poder con el director deportivo.
A veces da la impresión de que Rafa necesita ser protagonista. Y eso no es bueno. Su mano ya se nota con la solidez defensiva del equipo, con el trabajo solidario de los once, con el orden y el sentido táctico que llevan todos a rajatabla. Esa es su gran obra. Dejar en el banquillo a Aimar por haber jugado el jueves UEFA resulta tan sorprendente como frívolo. No es la primera vez que ocurre algo así. Alternar a Oliveira con Mista no hace daño. Ninguno se siente titular. Pero eso nada tiene que ver con llevar a situaciones extremas lo de que el equipo es más importante que las individualidades.
