Queiroz quitó a Ronie para ser más agresivos

Para Carlos Queiroz el asunto de las sustituciones de Ronaldo empieza a convertirse en algo más que una simple cuestión de política de rotaciones. El portugués explicó en la víspera del partido de La Romareda que necesitaba dosificar a los jugadores más importantes para su esquema de equipo por lo larga que será la temporada. Hasta ahí correcto. Pero tras sustituir a Ronaldo por enésima vez en el partido ante los maños, Queiroz salió a la palestra con una de sus estrambóticas y chocantes reflexiones: "Si un futbolista se retira diez minutos antes de que acabe el partido, al cabo de varios encuentros habrá descansado 45 minutos. Hay que manejar los cambios para mantener el equilibrio y la efectividad. No es verdad que sea una costumbre cambiar a Ronaldo. Para nosotros fue un sacrificio penoso...".

En realidad, Queiroz tomó su discutida decisión por buscar oxígeno para su equipo. Tras ser expulsado Pavón, el equilibrio táctico del Madrid quedaba seriamente vulnerado con 20 minutos de juego por delante. Dado que era preciso sacar a alguien de refresco que pudiese aportar sacrificio y recuperación de balón por la inferioridad numérica, Queiroz pensó en Solari (ha convertido al argentino en su jugador número 12) y quitó a Ronaldo por considerar al brasileño un jugador que apenas aporta nada en esa faceta destructiva.

Lo que no ha conseguido trasladar Queiroz para que su teoría parezca creíble es que Ronaldo sí utilice la argumentación de las rotaciones y no haga lo propio con Roberto Carlos, Figo, Beckham y Raúl. Si es porque Ronie está mal de forma física, algo palpable y evidente, sería mejor que lo reconociese y no confundiese más al crack brasileño.

Por si fuera poco Portillo, el sustituto natural de Ronaldo, también se ha visto relegado a un extraño ostracismo dado que desde el partido de Oporto es Solari el sustituto de Ronie. El argentino está jugando de delantero, puesto que no es habitual en él dado que siempre jugó en la banda y de mediapunta. Ronie y Portillo están tristes. Carlos Queiroz debería pensarlo.