NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Los largos descansos ronaldianos

"No corro porque correr es de cobardes", le dijo un día Rogelio, bético de excelso toque y juego perezoso, a Iriondo, a la sazón su entrenador. Hace unos pocos días un gran exjugador cuyo nombre no voy a revelar me hacía una reflexión parecida sobre Ronaldo: "Le admiro por valiente. Estar ahí abajo, delante de setenta mil personas y no darse una carrera ni siquiera para disimular es de muy valientes". Me añadía mi amigo que Romario y Ronaldo son los dos únicos casos que ha conocido de jugadores capaces de defender su estilo de juego hasta ese punto, por encima de todo.

Pensaba yo en eso anoche, cuando veía a Ronaldo tenazmente quieto. A la espera, como los felinos. Si la presa no está cerca, la carrera es inútil. Cuando sí lo está, la arrancada es fulminante. Claro, que ni así hay garantía de premio. Ronaldo pegó ayer un acelerón, pero cuando iba a meter gol se le cruzó Beckham. Tuvo otra ocasión, cuando amagó devolverle en pared a Roberto Carlos y en lugar de eso envolvió el balón con su pie, despistó a la defensa y tiró raso, fuerte y junto al palo... pero por fuera. Dos latigazos que pusieron el campo de pie. Pero se quedó sin gol.

Ronaldo está evolucionando, cada vez más deprisa, hacia un jugador muy distinto del que vimos en el Barça, aquel de las largas y frecuentes carreras incontenibles. Hoy es un delantero de largos descansos, recorrido cada vez más corto y esfuerzo justo. Pero de potencia y precisión enormes. Avaro con sus energías, porque sabe que no le sobran, pero más consciente que nunca de lo que tiene y de cómo y cuándo puede aplicarlo. Así es y así habrá que admitirle. Y es fácil hacerlo los días que marca algún gol, que son casi todos. Pero cuando no hay gol dan ganas de pedirle que se ponga a dieta.