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Corría el mes de octubre de 1961 cuando Florentino, un crío de 14 años al que le fascinaba todo lo que simbolizaba la figura de Bernabéu (¡me pongo de pie!), veía cumplido uno de sus sueños: ser socio del Real Madrid. Su padre, don Eduardo, premiaba así la buena aplicación del chico en los estudios y su entusiasmo por ver de cerca aquella constelación de estrellas (galácticos en blanco y negro), liderada por Di Stéfano, Puskas y Gento.

Han pasado 42 años y el socio 3.998 sigue luchando por respetar el legado de Don Santiago. Ayer compartió mesa y mantel con los 100 socios más antiguos de la entidad. Allá por el año 2022 estará al frente de este selecto consejo de ancianos que lo merece todo. Sí.