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Fútbol, sí; trampa rosa, no

Comprendo y asumo que en los tiempos que corren es inevitable aceptar que exista un fragmento de la comunicación audiovisual que se encargue de exprimir como un limón ácido todo lo relacionado con el cotilleo, la farándula y el petardeo. Pero mi corporativismo no llega al extremo de agachar la cabeza y decir que la barra libre de la información (por llamarlo de alguna manera) debe permitir la anárquica circulación de todo aquello relacionado con la vida privada de los futbolistas. Sucede que el Madrid y sus estrellas han adquirido tal dimensión social que los analistas de audiencias televisivas han constatado que una imagen de Ronaldo, Beckham o Guti es mucho más comercial que una de David Bowie, Sting o George Michael. Pero estoy empezando a perder la paciencia con ese submundo rosa que no entiende nada de fútbol y se empeña en mancillar la imagen de este deporte a costa de sumergirse de forma rastrera en las cuitas privadas de las perseguidas estrellas blancas.

Me repugna que haya programas empeñados en vulgarizar el sentido lúdico y artístico del fútbol reduciéndolo todo a frivolizar las apetencias sexuales y las compañías que frecuentan esos galácticos que tanto están haciendo por magnificar la imagen de este espectáculo. Cuando mi hijo crezca un poco más (sólo tiene un añito) seguro que me preguntará por las galopadas de Roberto Carlos, los golazos de Ronie o las vaselinas de Raúl. Nunca le interesará qué mujer les acompaña en la foto. ¡Ya está bien! La trampa rosa no cuela...