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La ACB en su encrucijada más difícil

El baloncesto es el segundo deporte de España, pero la ACB hace mal en medirse con el primero. De ahí viene parte de su frustración. Si se midiera con el segundo, el tercero, el cuarto y sucesivos, no se sentiría pobre, sino rica. Y de paso encontraría referentes de cordura que en general escasean, pero que en el fútbol hace mucho que se perdieron. Ahora estamos en si hay televisión o no. De que la haya depende que la ACB consiga los ingresos para ir tirando, y el escaparate necesario para sus sponsors. Es un problema serio y ojalá se arregle. Pero no es el problema de fondo.

El problema real es que esta liga interesa menos que hace veinte años, y al ocultárselo a sí mismos los dirigentes de la ACB se hacen trampas en los solitarios. Interesa menos y no tendría por qué ser así. En este tiempo nuestra sociedad se ha hecho más deportiva, al baloncesto se juega muchísimo, la Selección arrastra, hay más tiempo de ocio y más televisiones. ¿Qué pasa, pues? Para mí, que han hecho las cosas mal: el sistema de competición, la volatilidad de las plantillas, el abuso de extranjeros, ese ensayo de federalismo asimétrico (Barça-TAU) que ha acabado por aburrir al Madrid...

También han hecho cosas bien. Magnífico marketing, magnífica la Copa... Pero eso no hace sino pensar cuán dañinos son los errores, que dejan sin efecto estos méritos. Muchos clubes desaparecen, otros viven de cajas de ahorro, diputaciones o ayuntamientos y las televisiones se distancian. Ojalá haya una solución inmediata a esto último. Pero será un parche, forzado por esta llamada de auxilio y por cierto grado de presión política y mediática. La ACB sólo se arreglará si se apea de sus ínfulas, se sincera consigo misma, hace autocrítica, rectifica errores y combate el derroche.