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Un energúmeno se coló entre los héroes

Estaba la etapa en pleno fragor. Ascensión al Puerto de Navacerrada desde La Granja, por las Siete Revueltas. Una vez se coronase, sólo quedaría hasta meta un rápido y breve descenso hasta Collado-Villalba. Roberto Heras, tras un par de intentos, consigue por fin hacer brecha con respecto a Nozal, que se retuerce sobre la bicicleta. Está solo. El único que podría haber aguantado hasta ahí, Serrano, anda por atrás, auxiliando a Igor, quedado una vez más. El espectáculo está cargado de belleza y emoción. Y de pronto, entre aquellos héroes se cuela un energúmeno: Manolo Saiz.

Este hombre llegó al ciclismo con la WM, el 4-2-4, el doble pivote y el rombo, dispuesto a hacernos creer que esto no lo gana el más fuerte, sino el poderoso proyecto táctico que él inspira. Para su frustración, Indurain destruyó todas sus teorías y le dejó reducido al papel de permanente fracasado. Pero no cambia. Esta Vuelta la empezó decidido a programar quien llevaría el maillot cada día de la semana. Su designado para el triunfo final era Igor. Durante ocho días fue un permanente freno para Isidro Nozal, que si ahora ve tan menguada su ventaja es por los disparates de Saiz en los Pirineos.

Pero todo eso no pasa de ser una nueva muestra de lo inútil de sus proyectos. Ya le pasó cuando se empeñó en que ganara la Vuelta Lejarreta y la acabó ganando Mauri. Allá él. Lo que sí resulta intolerable es que atacado de los nervios y la frustración acometa de esa forma a la moto de Televisión Española, con insultos, acusaciones y amenazas graves. En un deporte que vive de la imagen puede a duras penas caber un director deportivo pedante y confundido. Lo que no cabe es el matonismo de que hizo gala, secundado por su fiel Faustino. No me extraña que no encuentre firma que le respalde.