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El Barça empieza a decepcionar

El nuevo y buen aire que Laporta y su equipo le pretenden dar al club empieza a contrastar seriamente con el desempeño del primer equipo sobre el césped. Pasan las semanas, el juego no aparece y aunque los resultados no son en realidad malos hay un algo de poco convincente en su fútbol. Y ni la afición ni la prensa disimulan su decepción. Las dos victorias fuera, en San Mamés y Albacete, llegaron acompañadas de cierta fortuna. Los dos partidos en casa han dejado sendos empates. Y el nuevo empate en la visita al Matador Puchov colma ya la paciencia.

Lo peor es que el camºbio que sin duda Laporta sugiere y que con tanta ilusión votó el socio no se ve en el equipo. Descontado Ronaldinho, que sí gusta y está jugando bien, lo demás es lo mismo que había: Kluivert que no mete goles, Saviola que entra y sale, Puyol que se bate como un fiera, Luis Enrique que hace lo mismo, Xavi sí, Xavi no, Reiziger para lo que gusten mandar, Cocu de eficaz arreglalotodo, y así siguiendo. Un Barça con los mismos hombres y las mismas dudas. Con la misma cara, apenas disimulada tras Ronaldinho, que viene a ser algo así como unas gafas de diseño.

Rijkaard no da con la tecla. No se decide entre las bandas o el tridente. No da entrada a los nuevos fichajes. Cauteloso y reservón, se respalda en las viejas fuerzas del vestuario. Mete a Ronaldinho y espera que los problemas se arreglen solos o a que Ronaldinho vaya sacando los partidos a base de genialidades. No se ve por ningún lado la escuela holandesa que se pretendía. Más bien una cautela muy italiana, sin duda causada por la larga exposición que sufrió Rijkaard a esa escuela, que ha acabado por contaminarle. Es una pena que su cobardía queme la llamarada de ilusión de este verano.