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Beckham, libre del conflicto Ferguson-Victoria

No sólo está jugando bien Beckham, sino que en opinión de muchos está jugando mejor de lo que nunca lo había hecho antes. Su adaptación ha sido rapidísima. Resueltas las dudas de colocación de todas las estrellas que su llegada creó, ha ocupado un lugar de jerarquía en el equipo, sin pisar la zona de nadie y sin sentirse ensombrecido tampoco por nadie. Ahí en medio, como mariscal jefe de la maniobra, ha lucido en los dos últimos partidos del Bernabéu como si llevara ocho años en el equipo. Como si se le hubiera puesto a él primero, y luego todo el resto alrededor.

Dos causas explican esta rapidísima adaptación. Una, que juega en su sitio favorito. Beckham era un distribuidor de juego desplazado a la banda. El Manchester tenía mejores soluciones en el centro que en la banda, y entre eso y su exquisito toque de derecha, Ferguson veía práctico colocarle de extremo. Pero ese no es su biotopo, porque no desborda y además le gusta intervenir más en el juego. En el Madrid donde había un vacío era justamente en la media y él ha venido a cubrirlo a la perfección. Justamente el único gran fiasco que ha dado fue en el Trofeo Naranja, en el que jugó en la banda.

Pero hay más. En Manchester vivía amargado por la tensión entre su jefe y su esposa. Ferguson había sido su maestro y protector desde adolescente. Para él, Beckham era su discípulo ideal, el jugador perfecto que sólo piensa en fútbol. Cuando apareció Victoria en su vida, con nuevos planes para el muchacho, Ferguson se desesperó. Nunca entendió ni toleró la influencia de Victoria en su pupilo favorito.

Beckham sufrió mucho esa tensión. Ahora se ha liberado, no le hablan en el trabajo mal de su mujer ni su mujer le habla mal de su trabajo. Y ha recobrado la felicidad de disfrutar del fútbol.