Una Liga sin cabeza
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La competición ha confirmado lo que ya sabíamos: la Liga de Fútbol Profesional es la casa de tócame Roque. El disparate negociador con las televisiones no es nada en comparación con la falta de autoridad que tiene entre sus asociados. A Pedro Tomás ni se le ve ni se le espera nunca. Se ha jugado un partido de madrugada y ni una triste nota para advertir de que eso no es serio. El Celta ha tenido que jugar en 48 horas dos partidos y no ha recibido ni un gesto de apoyo. Llevan años reclamando más competencias y resulta que se muestran incompetentes cada vez que hay un problema. Bien haría el llamado G-12 de los poderosos en desmarcarse de una vez por todas y formar una asociación fuerte como la Premier inglesa. Con urgencia.
Dentro de lo malo, nos consuela el gol de Ronaldinho. La imagen tercermundista de bocadillos y cómicos para entretener al personal y consumar el dislate de jugar a las doce de la noche, quedó compensado con el postre. Víctor Valdés, el guardameta del Barça, podrá contar a sus nietos que dio una asistencia a Ronaldinho. De sus manos salió el balón que el brasileño acabó empotrando en la red tras recorrer setenta metros. Tenemos a los mejores del mundo, disfrutamos de goles como ese, pero nos organizamos de pena. ¡Qué cruz!
