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Primera conclusión: Carlos Queiroz es un tipo inteligente. Segunda: ha entendido que un entrenador debe navegar en la misma dirección que marca el cuaderno de bitácora de la empresa que le paga. Tercera: al estratega portugués le gusta la cantera y piensa oxigenarla para apuntalar el futuro deportivo del club. Y cuarta: Makelele enterrará el hacha de guerra a base de jugar y defender el escudo del Real Madrid; se queda y eso es bueno para todos. Una vez superadas las desconcertantes pruebas por territorio asiático y el espeso y aburrido ensayo de Mestalla, Queiroz ha tirado por la calle de en medio y, en su primera lista para un partido oficial, ha dejado claro en su particular bola de cristal a quién quiere y a quién no.

No caeré en el error de enterrar a dos internacionales solventes como Morientes y Solari, pero es evidente que, en la secuencia jerárquica, queda proclamado ante notario (la afición madridista) que Raúl Bravo tendrá más minutos que el argentino y Portillo más que el extremeño. El Mallorca aparece como el mejor termómetro para este Madrid postdelbosquiano, que aventura grandes momentos de fútbol, pero que aún no ha despejado algunas dudas. Al menos, me conformo con no ver de nuevo a Ronaldo exiliado en la banda izquierda de forma absurda. Lo bueno es que hoy vuelve el fútbol de verdad. Hay súper partido en Son Moix. Hay Supercopa. Yo me la bebo. Por si acaso.