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El mal momento del ciclismo

Veo en la tele la San Sebastián-San Sebastián y disfruto como un niño. La dureza de las subidas, el vértigo de los descensos, la belleza del paisaje, la tenacidad de Bettini, la emoción de cada instante, el grado de perfección que se ha alcanzado en la transmisión... Disfruto y al mismo tiempo me invade la amargura al recordar los apuros que está pasando este deporte, donde los patrocinadores se retraen y lo dejan abandonado. Justo ahora, que tan extensa y magnífica generación de ciclistas tenemos, fruto de tantos y tantos años de buen trabajo de muchas personas.

Vuelvo la mirada hacia el fútbol y me parece más obscena aún la forma en que malgasta el dinero. Con lo que el Barça ha reventado en la operación Riquelme, que ahora no sabe cómo quitárselo de encima, tendría para muchos años de un gran equipo ciclista. Con lo que el Madrid malgasta cada año en algún suplente de lujo, tendría para darle la réplica en el Tour, la Vuelta, el Giro y lo que quisieran. Ya me los imagino: uno con Echávarri y otro con Saiz. Estilos distintos, rivalidad garantizada, el fajador atrevido contra el estilista cauteloso.

Pero los días se caen del calendario y van acercando a Echávarri , a Saiz y a sus grupos de colaboradores hacia el barranco del paro y el ostracismo. Y a una nube de corredores, buenos corredores, les obliga a buscarse equipo fuera, en condiciones casi desesperadas, rendidos de antemano en la negociación. Y eso ocurre cuando las audiencias del Tour han sido las mejores desde la época de Indurain y cuando las figuras emergentes florecen en nuestras carreteras. Cuesta admitir que no haya firmas que den el paso adelante, porque la ocasión que se les presenta es la mejor que podían soñar.