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La cara es el espejo del alma y por eso yo sí creo firmemente que David Beckham ha recuperado su particular nirvana emocional desde que defiende el escudo del Real Madrid. La temporada pasada pude verle peloteando en la pradera de Old Trafford cabizbajo, castigado con una suplencia con sabor a sopa de cianuro y forzado a sentirse un comparsa en un Manchester-Madrid, el partido de los partidos. Pero como dijo la estilizada Victoria Adams en Antena 3 (por cierto, desde que su marido fichó por el Galaxy Team está más atractiva y más preta), David "es muy dominante aunque la gente no se lo crea. Es muy cabezón y no para hasta conseguir lo que quiere".

Él quería jugar en el Real Madrid y ha visto cumplido su sueño. Además, hasta los más demagogos han tenido que tragarse sus zafiedades argumentales después de ver cómo el crack inglés se ha convertido en un multiusos para Queiroz. Tira las faltas como nadie, traza diagonales perfectas para las contras de Ronaldo, es el apoyo perfecto para Makelele en la creación y se alterna muy bien con Figo en las bandas para ejecutar esa rosca de derecha que se convierte en un cuchillo mortífero para las zagas enemigas. Ya lo dijo Rivaldo: "Beckham es el único futbolista inglés que podría jugar con Brasil". Florentino contrató un pelotero de lujo y no cuela seguir atacándole porque el chico sea un guaperas que vende como rosquillas hasta la forma en la que coge el tenedor para comer. David es very good y el Bernabéu vibrará con él este año. Un fichaje de altura.