Yo digo | José Ribagorda

Se acabó el culebrón

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Me entristece mucho la salida de Luis Aragonés por la puerta de atrás. Me dolió verle asistido por un abogado y como equipaje un portafolio repleto de agrias reclamaciones legales en lugar de, ataviado con su chándal, recibir la ovación de la grada. Esta entidad no suele prodigarse en tan raquíticas y desangeladas despedidas a quienes forman parte de la historia viva del club. Cierto es que muchos no entendimos sus cambiantes planteamientos en el campo que hicieron imposible la pasada temporada que nos aprendiéramos un once de memoria. Cierto es también que muchos no compartíamos su irascible y aparentemente desquiciado estado de ánimo. Como tan cierto es que no comprendimos cómo después de expresar su deseo legítimo de abandonar el club tras sus encontronazos con Gil, se agarraba, como un clavo ardiendo, a su contrato en vigor para seguir un año más.

Imagino que todo son situaciones coyunturales que no empañan una trayectoria ejemplar con la que hubiera debido ser más respetuosa la actual dirección del club. Lo mucho que aportó como jugador, los títulos que su sapiencia nos proporcionó y su gesto de hombre valiente y de principios cuando cogió las riendas de un equipo en Segunda para devolverle el honor perdido, merecían un adiós mucho más acorde con su categoría personal y profesional.

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