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Un monumento al deporte en los Pirineos

Bueno, pues ya está. Parece que Armstrong va a igualar el colosal logro de Indurain. Su quinto Tour está al caer, salvo que Ullrich lo impida en la contrarreloj que resta, el próximo sábado, en Nantes. Son 49 kilómetros llanos. Habría terreno para remontar el 1:07 que les separa si Ullrich y Armstrong se presentaran como en la última contrarreloj. Pero difícilmente va a ser así. Armstrong ha ido a más, hasta el punto que hay que admitir por buena la explicación oficial de su bajón: una deshidratación de la que tardó día y medio en recuperarse. Y ya está como una moto.

Porque como una moto subió el lunes Luz Ardiden, tras jugar un poco al gato y al ratón con Ullrich en el Tourmalet. Como una moto subió, decía, metiendo por primera vez en la carrera el molinillo que hizo célebre mi admirado Antonio Alix, y eso después de una caída que nos hizo temer lo peor. Se ciñó mucho al público, se enganchó con la bolsa de un niño y dio con los huesos en el suelo. Y tras él, Mayo. Se levantó lleno de rabia, estuvo otra vez a punto de caer al escurrírsele un pedal pero finalmente metió el molinillo y si te he visto no me acuerdo. Y hasta el sábado.

Así que fuera dudas y fuera gorros. Y no nos moleste colocarle junto a Indurain porque se lo ha ganado. Y loor también a Ullrich, que tuvo el detalle deportivo de esperar tras la caída, para reemprender la lucha cara a cara, sin ventajas. Un bello gesto deportivo sin el cual, dicho sea de paso, entiendo que también le hubiera metido mano Armstrong, porque estaba mucho más fuerte. Porque es el mejor. Con atajo por el sembrado, con deshidratación, con caída en el Luz Ardiden, con el equipo flojeando en la tercera semana. Con la categoría de un grande de verdad que merece todo aplauso.