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Las vacaciones sirven para pensar a otra velocidad de crucero y para ser más atinado en los juicios. Por eso ayer llegué a la conclusión de que Ronaldo será de nuevo el jugador-franquicia de este Madrid interplanetario que se dispone a conquistar a 1.200 millones de chinos. Ronie, al que acusan de tener sobrepeso pero al que veo como si fuese Terminator, fue el MVP de la pasada temporada. Lo demostró con sus 30 goles marcados casi todos en la primera línea de playa de la competición (tres en Old Trafford, dos en Mestalla, dos en el Calderón, dos al Athletic en el alirón liguero...) y con su creciente compromiso con el escudo que ha aprendido a defender con un sorprendente sentido de la responsabilidad. A Ronaldo hay que dejarle volar sin echar plomo sobre sus alas porque es como un bebé de grandes dimensiones. Por eso a mí me parece fantástico verle rodeado de bellezas en compañía de su amigo Flavio (Briatore no Conceiçao...) o que irrumpa en Guatemala para promocionar una cerveza mientras regala su cautivadora sonrisa a un pueblo tercermundista y falto de caras ilustres. Le veremos hasta en Albacete. Un crack.

Con Figo, Beckham, Raúl, Ronaldo, Roberto Carlos y Zidane metidos en la Alianza Galáctica, no será difícil ver convertido el Bernabéu en una Ópera del fútbol donde nadie desafinará si todos, obreros y arquitectos, reman en la misma dirección. Por eso no me extrañó ver estos días en las playas de Gran Canaria camisetas de Ronaldo por todas partes. Lógico. Como confiesa hoy en AS ya se siente querido por el madridismo militante. Por eso, el Barça de Ronaldinho sólo preocupa lo justo. Serán dignos subcampeones.