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La página más brillante de Beloki

Quizá sea la imagen del año en el deporte. Esa rueda trasera de Beloki que se encabrita, esos bandazos para restablecer un equilibrio ya imposible, esa caída seca, dura, en la que uno presiente al instante que el asfalto ha ganado a los huesos. Y ese Armstrong que venía detrás y que esquiva por donde puede, por el sembrado en este caso. Supongo que nadie en el Tour ha hecho un recorrido tan largo por fuera del asfalto, aunque quizá sea mucho decir al cabo de cien años. El caso es que él lo hizo y se reincorporó a la carrera a la salida de la horquilla, con los demás perseguidores.

Nada que oponer. Meterse por el sembrado no es recortar terreno, sino sálvese quien pueda. El único reproche es que retomó el asfalto aturdido y se cruzó peligrosamente con el resto del grupo. En la meta le preguntaron: "¿En qué pensaste?" Y él respondió con sencillez: "En seguir". Así es el ciclismo y así tiene que ser. No hay tiempo para mirar ni para mirarse. No hay árbitro que pare y llame al masajista, para que se atienda al herido mientras los demás hacen en torno a él un corro solidario, se interesan por su salud, beben agua, comentan y esperan acontecimientos.

Aquí hay que seguir, si se puede. Y si no se puede es porque está roto el fémur, como en el caso de Beloki, caído como un valiente. Lo dijo el otro día y era verdad: iba a por el Tour, ya no le bastaba el podio, pensaba plantarle cara a Armstrong o al que fuera. Cayó encabezando la persecución a Vinokourov. Cayó como un valiente, como Ocaña aquel año, descendiendo la Menté de forma suicida, para defender su amplia ventaja en la general sobre Merckx, escapado ese día. El ciclismo es epopeya y para mí Beloki ha escrito en estos Alpes una página más brillante que sus podios anteriores.