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La final de Copa más humilde

La vieja Copa ofrece hoy su último lance. En un marco modesto, el Martínez Valero de Elche, y entre dos equipos igualmente humildes: el Mallorca y el Recreativo. No es una final rumbosa, pero es una final a la que los dos han llegado limpiamente, ganando cara a cara a los rivales que les han ido saliendo. Están en lo alto de una pirámide que empezaron a escalar hace muchos meses, y en la que han ido dejando atrás a los grandes, o a los que dejaron atrás a los grandes, o a los que dejaron atrás a los que dejaron atrás a los grandes. En todo caso, llegan con dignidad y merecen un aplauso.

Si no están otros, no es a ellos a los que hay que reprochárselo. Por ejemplo: si no está el Madrid galáctico es porque el Mallorca le metió un saco de goles en una noche feliz. Si no está el Atlético, al que esta final hubiera sido de gran consuelo en la temporada de su centenario, es porque el Recre le ganó en una eliminatoria dramática, peleando desesperadamente con sus armas. Si no están el Barça, el Valencia, el Athletic, la Real, el Depor, el Celta, el Betis o cualquier otro es porque alguna noche estuvieron mal, o se descuidaron. Pero esta noche les hubiera gustado estar. Seguro.

Por eso este partido debe ser mirado con respeto. Porque aunque en algún momento de la competición hayan fallado o se hayan dejado ir, todos los clubes de nuestro fútbol querrían estar ahí esta noche y miran con respeto el mérito, la constancia y el premio de los que sí han ido capaces de ganar la carrera. Esta es una competición especial, fútbol directo, a vida o muerte, en el que no se puede dejar para mañana lo que es necesario hacer hoy. Ese fútbol pone a prueba a todos y si los que superan la prueba son estos hay que aplaudírselo. Y disfrutar del partido que corona una gran temporada.