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Never, never, never...

Escucho a mi amigo Abellán en la hora de las brujas y me deja helado y desconcertado, como si me hubiesen echado azúcar en el chuletón de buey. "Raúl puede irse al Manchester dos años...". Me paso la noche en vela, le doy mil vueltas a mi atormentado espíritu y me digo: "No, después del palo de Del Bosque no puede ser que mi Raulito también vaya a abandonar la nave. Florentino no me puede hacer eso...". Madrugo alterado por el shock y doy la brasa con el móvil al presidente, a Jorge Valdano y al propio Ginés Carvajal, representante y sabio consejero del crack. Todos a una, como Fuenteovejuna, me tranquilizan: "Raúl no se irá del Madrid. Ni se plantea. Raúl es intocable". Me fío de la palabra de los tres porque, de lo contrario, he prometido públicamente que me quemaré a lo bonzo en la puerta 0 del Bernabéu y no es cosa de irse de este mundo de una forma tan lastimosa. Sigo creyendo en Florentino, aunque haya tenido una mala semana, y mantengo mi fe en Valdano, que con Queiroz nos dará una sorpresa positiva.

Y por encima de todos, confío ciegamente en Raúl. Puede que no sea Florentino el tipo que mejor le caiga en el mundo (seguro), pero sabe que ahora, como primer capitán, le llega la hora de su consagración como icono definitivo del madridismo en una jungla donde las estrellas llevan matrícula extranjera (Ronaldo, Zidane, Beckham, R. Carlos, Figo...). Raúl seguirá siendo el rey de la selva (Beckham lo reconoció en su espectacular gira asiática) y acabará superando los récords de Puskas, Hugo, Santillana y Di Stéfano. Raúl, por Dios, no nos dejes nunca (never, never, never). Esta es tu casa. Siempre fieles.