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Entrenadores de perfil bajo

Una moda que va cambiando, y cada vez más deprisa: la de la idolatría hacia el puesto de entrenador. Hemos pasado muchos años en los que los entrenadores eran casi señores de horca y cuchillo. Llegaban con un dibujo bajo el brazo y el ceño fruncido, miraban a la plantilla como sospechosos, daban siete bajas y exigían contrataciones, generalmente más caras de lo que el mercado aconsejaba, generalmente a través de un mismo intermediario, amigo, a veces paisano. El club les daba todo lo que le pedían. Y cargaba luego con las consecuencias. Y hasta el siguiente.

Y el siguiente llegaba igual. Con un dibujo bajo el brazo, ceño fruncido, echando gente y trayendo a otros. Ha habido grandes profesionales de eso, que ganando poco o nada (títulos, dinero mucho) y han alcanzado celebridad. Y mucho tiempo libre, el que media entre despido y despido. Afortunadamente eso ha cambiado. La Real ha demostrado con Denoeuix que se puede romper ese circuito . ¡Anda que no hay diferencia entre él y Toshack! Al Madrid le ha ido con Del Bosque mejor de lo que presume. Y ahora los tres históricos, los que nunca han bajado a Segunda, Madrid, Barça y Athletic, optan por el perfil bajo: Queiroz, Rijkaard y Txingurri Valverde. Es una buena noticia que el fútbol recupere su lógica.

Porque el entrenador es necesario. Como el árbitro. Y hasta imprescindible. Pero es equivocado desmesurar su importancia. El fútbol es de los futbolistas y no ha habido mago desde Helenio Herrera que haya justificado la veneración por un puesto que de repente vemos que Piterman, recién llegado, desempeña con aseo y dignidad. Bienvenida sea esta época de viento sencillo y exterminio de farsantes.