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Raúl y el fútbol sano

El fútbol sólo conoce un lenguaje: el del buen gusto. A pesar de que el Celta se empeñó en hacer un homenaje a la mezquina propuesta exhibida en Old Trafford por Milán y Juventus el pasado miércoles, Raúl salió al rescate para poner a cada uno en su sitio. El Madrid intentó dignamente plantear ante el muro céltico un partido de tú a tú, que fuera acorde con un duelo en el que unos se jugaban la Liga (los románticos que siguen creyendo en la belleza de este deporte) y los que optan a la Champions renunciando a todo con tal de convencernos de que Maquiavelo debió ser un gran tipo. La sustituciones de Gustavo López y Mostovoi corroboran por completo esta teoría. Sólo sé que Raúl empezó el partido buscándose la vida en área enemiga, que en el descanso tuvo que colocarse de Schuster en lugar del inoperante Flavio y que terminó liderando la defensa de los principios más nobles del fútbol con un gol de ariete con instinto (clavado al que metió Mostovoi) que sirvió para alimentar un sueño. Pero como en todas las películas de buenos y malos, apareció un tipo con garfio y cara sospechosa. El árbitro. Carmona Méndez decidió anular un gol legal de Ronaldo para darse importancia y para demostrar que al Madrid también le pueden quitar Ligas. Sólo faltaría. Por eso me quedo con Raúl y con el Madrid. Ellos protegen lo más puro: el fútbol. Siempre estaré a su lado. Con Liga o sin ella.