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Partido grande y jugador grandioso

Partido tremendo, como se esperaba en vísperas. Y resuelto por un Ronaldo que le tiene cogido el número al Valencia: siete goles en cuatro partidos. Era partido de alta tensión, de alto compromiso, y como tal, Ronaldo acudió a la cita. Es más que un jugador grande: es un jugador grandioso. Su pescuezo de obispo nos despista a veces, tanto como su cara mofletuda y sonriente, de tipo feliz e inofensivo. Pero todo eso esconde una máquina de matar, que arranca con una resolución sin igual. No hay freno posible para este futbolista en las noches de caza mayor. Como la de ayer.

Si el Madrid gana esta Liga, en la que aún está delante la Real, aunque la clasificación que ponemos aquí al lado aparente otra cosa, será sobre todo gracias a este fichaje arriesgado en el que Florentino demostró el coraje de los sencillos. Había muchas pegas ante las que arrugarse: la rodilla de cristal, su fama de vividor, el precio, Morientes y el núcleo duro del vestuario, la petición pública de que mejor un central que otra megaestrella... Todo eso se lo echó a la espalda Florentino y mantuvo su criterio. En noches como esta última tiene que acostarse feliz por ello.

Gran partido, con un Valencia aguerrido que fue de más a menos, al compás de Aimar. Con un Pino Zamorano que, efectivamente, dio que hablar, pero que cambió penalti por penalti y aquí paz y después gloria. Con un Guti magistral en el movimiento del equipo, por insistencia, por visión de la maniobra. Y sin Hierro. Qué cosas. Se lesionó (o se sintió enfermo) en el calentamiento, del que tuvo que retirarse. Del Bosque tiró de Pavón. Será casualidad (yo creo que no), pero el caso es que el Madrid volvió a arrancar un resultado de los que hacen felices a la afición.