Recurrir al psicólogo
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Empiezo diciendo que cuando hablo de agresividad no apelo a pegar patadas, ni a ser marrulleros. La Juve levantó cómodamente la eliminatoria con poco fútbol y mucha agresividad. El Madrid, ni fútbol ni agresividad. Y si afrontas una semifinal europea así, lo pasas muy mal. ¿Actitud? Llámenle como quieran, pero por ahí van los tiros. Desde ese supuesto se entiende casi todo. El atolondramiento de defensas y portero en el primer gol, la pasividad en el segundo tanto y la falta de verticalidad en ataque. Era como si el reloj corriera siempre a favor del Real Madrid, como si no miraran el marcador y vieran el implacable 2-0, era pura desesperación para el aficionado, que perdona casi todo menos la falta de actitud. ¿Actitud? Seamos generosos y sigamos empleando esa palabra y no otras.
Con cuarenta y cinco minutos regalados, quedaba la heroica. Pero tampoco. Ni tan siquiera la entrada del Cid Campeador Ronaldo sirvió para intimidar al rival y animar a sus compañeros. Hierro no tenía la presión del Bernabéu pero, lo parecía. Figo, básico tantas noches, añadía a la indolencia un punto de agarrotamiento que se reflejo en su cara antes de marrar el penalti. El resto, desaparecidos en combate. Incluso la sorpresa que nos deparaba Del Bosque desde el banquillo resultó difícil de entender. Sin Makelele robando balones en el centro del campo, el blindaje de tres centrales parecía mucho más razonable. Tampoco estuvo muy lúcido el entrenador reservando a Ronaldo, con el riesgo de sacarlo cuando la Juventus ya fuera ganando y estuvieran atrincherada con diez en el área. Pero, insisto, lo peor fue la falta de actitud. ¿Actitud? Estamos ante un caso claro de diván.
