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Cuatro incendios en la Galaxia Florentino

Los ricos también lloran. En la Galaxia Florentino se han declarado cuatro incendios de regulares proporciones. Dos en la Liga, uno en la Champions y el otro en el baloncesto. El fin de semana del Madrid ha sido como para borrarlo: cae del primer puesto al tercero, pierde a Makelele para Turín, las noticias sobre Ronaldo no mejoran y la Euroliga del Barça pone el acento, en momento inoportuno, sobre la pésima gestión del club en este deporte. Los madridistas miraban ayer con el rabillo del ojo la colosal fiesta de Montjuic, que les evocaba recuerdos muy, muy lejanos...

Primero, el fútbol. Es evidente que el síndrome de los ferraris no ha sido del todo eliminado durante estos tres años. Según se acerca el final de la temporada y los partidos y las piernas pesan, los jugadores empiezan a mirar hacia el atajo: dos o tres buenos partidos y campeones de Europa otra vez. Mucho mejor que una dura pelea campo a campo por el título de Liga que, vale, sí, pero luce menos. Es algo quizá inconsciente, pero que opera año tras otro con una firmeza implacable. Miren si no: el mismo Mallorca que goleó en el Bernabéu fue fácilmente liquidado por la Real.

Y ahora, el baloncesto. El legítimo alegrón que esta sección dio ayer a los barcelonistas les compensa de muchas cosas. ¿Cómo es posible que un club de tan desastrosa gestión en fútbol sea tan brillante en baloncesto? Porque dentro del club este deporte es una isla, respetada por todos, gobernada por un tipo listo, Salvador Alemany, que hace las cosas bien. ¿Y cómo es posible lo contrario en el Madrid? Pues porque es lo mismo pero al revés. Una isla que nadie gobierna, que a nadie interesa, que está ahí porque alguien la pintó en el mapa y en realidad no querrían que estuviera.