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Liga de Campeones | Manchester - Real Madrid

Fiebre por Ronaldo

El crack tuvo que salir a empujones a su llegada al aeropuerto ante la falta de previsión de la Policía inglesa, que no pudo contener a los cazautógrafos

Fiebre por Ronaldo

Fue una llegada tumultuosa, hollywoodiana y plagada de empellones, empujones y momentos de tensión indisimulada. La aparición del Real Madrid de Figo, Zidane, Ronaldo, Roberto Carlos, Hierro y Casillas (sólo faltaba Raúl del G-7) por la terminal del Aeropuerto Internacional de Manchester estuvo a punto de provocar desmayos y algún herido por aplastamiento por culpa de la mala organización de la Policía inglesa. A pesar de que Julio Cendal, responsable de seguridad del Real Madrid, había trazado con astucia la presencia de las white star entre la nube de cazautógrafos que colapsaron el aeropuerto, la escasísima presencia de policías dio pie a lo que todos temíamos.

Cuando Casillas, Helguera, Portillo, Salgado, Flavio y Makelele pasaron todavía se pudo contener la avalancha. El problema creció cuando Hierro, Zidane o Figo se dejaron ver ante el tumulto. Como pudieron se abrieron paso entre la nube de cámaras, fotógrafos y chavales que, ataviados con sus camisetas oficiales de Siemens, rogaban un autógrafo en su carpeta de firmas insignes entre una maraña de zarandeos, pisotones y gritos.

La locura quedó reservada para el último capítulo. El bueno de Ronaldo se quedó rezagado y, acompañado de Javier García Coll (que tuvo que hacer de guardaespaldas ante lo que se le vino encima al brasileño), el crack empezó a verse presionado por una turba de al menos 70 individuos que le pedían un autógrafo con la ansiedad con la que los Beatles o los Rolling recibían a sus fans enloquecidas en los felices años 60. Ronie sonrió al principio, pero al ver que su maleta de ruedas empezaba a bailarle de la mano derecha, que su chaqueta casi es arrancada por una manga y que le golpeaban su mítica calva con carpetas, bolis y demás objetos de culto para un cazautógrafo, entendió que la cosa iba en serio y que los tres policías que le rodeaban hacían menos que un jardinero en el desierto del Gobi (la escena se repitió más tarde al salir del hotel y en el entrenamiento).

El autobús del equipo quedaba a 50 metros y a Ronaldo se le hacía una eternidad la distancia porque no avanzaba. Se vio obligado a agachar la cabeza y cargar con los hombros (como un búfalo) para abrirse hueco entre el gentío. La turba incontrolada le siguió hasta la escalerilla del bus, mientras que sus compañeros bromeaban desde las ventanillas asumiendo que Ronie estuvo a punto de ser ‘devorado’ por sus fieles. Ni Beckham, por muy rubito que sea, tuvo ese apasionado recibimiento en Barajas hace dos semanas. Siempre ha habido clases...