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Gerardo González estuvo en el palco. Villar, no.

La semana sin fútbol nos ha dejado el partido del chapapote, un espectáculo amable y grato que bien hubiera merecido más público. Lástima, pero se coaligaron muchos elementos en su contra. Estaba el tiempo revuelto en Madrid. Estaba el estacazo que los galácticos se llevaron en Anoeta, que enfrió mucho los ánimos. Estaba la percepción de un aire un poco pepero del partido, en días aún de protesta por la guerra y cuando la cadena de errores y mentirijillas con ocasión del chapapote aún está en el recuerdo. Y estaba la condición de amistoso del partido.

Y es que el fútbol amistoso no atrae, no arrastra. Se ve ya, en estos tiempos tan cargadísimos de competiciones de todo orden, como un producto falseado, amanerado, muy de salón. Y es un fútbol distinto, desde luego. Un fútbol sin faltas, sin tensión, sin nadie que se juegue el golpe en las entradas. Un fútbol en el que se levanta la pierna y no se discute el balón dividido. Un fútbol así le viene bien a la clase B del Madrid, buenos jugadores, pero blandurrios, amanerados, sin genio. Buenos para partidos amistosos en los que luce su aire inequívocamente pacifista.

Por lo demás, el partido se salvó por la nobleza de su finalidad. Un buen día Galicia se encontró con las playas cubiertas de negro y, peor aún, sin Estado detrás. Todo consuelo y toda ayuda les es debida. En ese sentido es bello el gesto del Madrid, un club diferente no sólo por sus muchas copas y sus muchos galácticos (hoy maltrechos) sino porque sabe estar donde y cuando hay que estar. En este caso ha dado lo que menos le sobra: una fecha. Por cierto, en el palco estuvo Gerardo González, ex secretario de la Federación. Villar no estuvo. Ni Padrón. Ni falta que hacía.