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La increíble belleza del juego de Zidane

Descomunal partido, lleno de cosas. El maravilloso gol de Figo, que dio vida y voluntad al balón con el interior de su botín. Los dos de Raúl; colosal el primero por su recogida con la derecha, giro perfecto y tiro ajustado; y el otro, culminando una vertiginosa jugada con un tiro duro y seco, abajo, que me hizo ver de nuevo a Puskas. Magnífica la insistencia de Van Nistelrooy arriba, percutiendo contra una defensa que esta vez no hizo concesiones. Glorioso derrumbe de Beckham, cuya cantada sólo fue comparable a la expectación levantada en las vísperas.

Y más cosas. La presencia de ánimo del Manchester, que siempre fue hacia adelante. Empatando, perdiendo por uno, perdiendo por dos, perdiendo por tres. Equipo grande arriba, menos grande atrás. La sabiduría de Giggs. El trabajo de los laterales del Madrid. La torpeza siniestra de Flavio. La mala noche de Ronaldo, que había escrito esta fecha en rojo en su calendario, pero que se retiró pitado tras perseguir el gol en varias jugadas en las que siempre le faltó un centímetro. Casillas, con su empaque, su rapidez, su aire cada vez más grande de portero grande...

Pero todo fue poco en comparación con Zidane y su exquisita exhibición de fútbol arte, fútbol vals. Baila con el balón, patina sobre el césped, gira, recibe, suelta y hace sentir que todos los demás son aprendices a su lado. Y no lo son. Son los mejores futbolistas del momento. Pero quedan lejos de esta especie de refundación del fútbol que hace este hombre, cuya relación con el balón es diferente, elegante y superior. Sobre él construyó el Madrid una victoria que se quedó corta, pero que debe valer. Lo sabremos a la vuelta de un partido que ya estamos deseando que empiece.