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Fútbol y Salsa Rosa

Alemania está revuelta porque su jugador más relevante, Oliver Kahn, tiene amoríos con una moza... mientras su mujer cuenta los últimos días de embarazo para dar a luz el segundo hijo de la pareja. Independientemente del juicio moral que a cada cual le merezca su aventura, la pregunta es si el futbolista tiene o no tiene todo el derecho a vivir su vida sin ser molestado, como cualquier ciudadano de a pie. Y sin rendir cuentas más que a los suyos y a su propia conciencia. Y la respuesta es que sí. Pero eso resulta desgraciadamente difícil hoy en día.

De eso se quejan los futbolistas. Sobre todo los más célebres, amenazados incluso por cámaras ocultas que les pueden cazar en cualquier situación equívoca o conversación indiscreta, que expuestas en una televisión pueden tener consecuencias para ellos indeseadas. Sus riesgos se acentúan por la existencia de toda una industria que se mueve en torno a la moderna aristocracia de la ingle, en la que llevarse a la cama, o aparentarlo, a un galáctico o asimilado renta enormes beneficios. Esa industria alimenta un imponente (y creciente) número de programas de televisión.

Pero la solidaridad que nuestros héroes merecen en este terreno no debe desenfocar el asunto ni permitir que se mezclen conceptos. Si un jugador abandona su cuidado físico, eso es noticia deportiva, porque está vulnerando su pacto con el aficionado. Si unos jugadores organizan una juerga en el hotel de concentración la víspera del partido eso es noticia deportiva, por lo mismo. Si un jugador insulta a su entrenador eso es noticia deportiva, porque afecta al funcionamiento del equipo. Y llamar a cosas así Salsa Rosa, como ha hecho Irureta, y a su cuerda algunos más, es falsear.