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Ante la proclamación de finalistas de Copa

Tal día como mañana, pero hace un año, se jugó la final de Copa. Era el día en el que el Madrid cumplía cien años y por tal causa, a la que se añadió que el escenario previsto para la final fuese su propio estadio, el club blanco se vio obligado a pelear por esa Copa. Y llegó hasta la final, con esfuerzo. Particularmente difícil fue su semifinal con el otrora coperísimo Athletic. Por el otro lado, con mejor suerte en los bombos y con menos fatiga gracias a la gambada del presidente de L’Hospitalet (aquel de la gorda que canta al final) llegó el Depor. Que al final ganó, como todos recordamos.

Fue una gran final, entre un clásico moderno y el más clásico de los clásicos. Por eso ante los partidos de esta noche, vuelta de las semifinales, es inevitable cierta sensación añorante. Pero no sería justa. Esta noche habrá dos finalistas de Copa que habrán alcanzado tal mérito gracias a su esfuerzo, a su excelencia y a su buena estrella. Es todo lo que se puede pedir. Los que lleguen lo habrán hecho sobre una pila de nombres, sencillos, notables e ilustres. Habrán sobrevivido a un filtro en el que se han ido quedando el Barcelona, el Valencia, el Athletic, el Atlético, el Real Madrid...

Quizá el cartel de la final no sea brillante, pero será meritorio. Y el déficit no habrá que demandárselo a los que están, sino a los que no llegaron. A ese Barça que dio la cantada con Van Gaal; a ese Valencia que se atasca en esta competición; a ese Madrid que la ignora; a ese Athletic que no es lo que fue; a ese Atlético (¡qué centenario desperdiciado!) en el que Luis se desgasta en goriladas estériles cara a la galería; a esa UEFA que no concede al campeón de Copa el premio de ir a la Champions. Pero ante todo habrá que elogiar a los dos que se han elevado sobre todos ellos. A los dos finalistas.