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Existe una estirpe de futbolistas que sabe marcar su territorio sin necesidad de buscar aliados. Se autogestionan, no protestan cuando les anulan goles, jamás vulneran el fair play y, sin embargo, se pasan todo el partido con el hacha afilada, el radar en alerta máxima y el olfato rastreando cualquier gesto de debilidad del enemigo para lanzarse a la yugular y arrebatarle la vida. Así es Raúl González Blanco.

Cuando el Betis estuvo de fiesta mayor en el Bernabéu, con Joaquín ganándose su fichaje por el Madrid para el 2005 (queda Figo para rato) y con Denilson adelantando la samba de los Carnavales por su banda izquierda, Raúl salió al rescate ratificando esa jerarquía que lo convierte, por encima de los galácticos, en el auténtico Rey de Reyes.

El gol de Raúl encauzó una nueva exhibición de este Madrid al que sólo le estaba sobrando algo de infortunio y el gafe de la camiseta de la Champions. Raulinho metió el 1-1 con la ratonería de Romario (su control y conducción de la pelota fueron ejemplares) y con el poder de ejecución de Ronaldo. Ese gol fue como un imponente foco de luz en mitad de la penumbra. Era su novena diana, lo que le coloca a sólo dos goles del registro histórico de Hugo Sánchez (207). Después llegó la majestuosa exhibición de O Rei Zidane, la aportación impagable de Figo, el penalti provocado por el volcánico Roberto Carlos y la picassiana finta de Ronaldo a Prats en el gol que cerró la noche mágica. Pero señores, el verdadero referente de este Madrid estelar que va lanzado a por el título de Liga es del foro, habla castellano con estilo directo y es uno de los nuestros. Como diría Camilo Sesto, Raúl mola mazo.