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Un Madrid ‘inclemente’

Uno se crió con esa imagen amiga del Español que siempre acogía al Madrid en Sarriá como el hijo agradecido que pone alfombra roja a papá cuando viene a casa por Navidad. A ambos les ha unido siempre su rivalidad histórica con el Barcelona, y hasta las facciones ultras de vikingos (Ultras Sur) y pericos (Brigadas Blanquiazules) han ido siempre de la mano. Recuerdo un hat-trick de Hierro en el extinto feudo españolista y otra exhibición de la Quinta del Buitre en la que Hugo Sánchez y Emilio se hincharon a meter goles. Pero como no es cuestión de hablar siempre de los dominios que tenía la España de Felipe II en el Siglo de Oro, hay que evolucionar y aceptar la realidad actual, que nos muestra un mapa sociológico y geográfico de este clásico futbolístico con variaciones que merecen ser destacadas.

Para empezar, el Español catalanizó su nombre (lógico) y pasó a ser Espanyol. Demolió Sarriá para sobrevivir y se fue a la montaña mágica, Montjuïc, donde el fútbol se ve con prismáticos y el calor del pueblo se siente con dificultades por la dichosa pista de atletismo. El Madrid siguió encontrando afecto y cálidas recepciones en sus apariciones, pero el hermano pequeño había aprendido a volar solito y empezaba a tomar decisiones sin consultar a su poderoso protector. En Montjuïc vimos cómo Baljic tiraba una Copa del Rey o cómo hace un año tumbaban al Madrid de la Novena por culpa de esos ratoneros del área llamados Tamudo y De Lucas. Además, el Espanyol tiene ahora en el banquillo a Javier Clemente. Ese imán de odios y pasiones nacido en Barakaldo que es capaz de reanimar a un muerto (así estaban los blanquiazules hace un mes) y de gafar a Makelele. Le dijo al gran Guasch que él lo ficharía para el Espanyol y el pulmón de ébano cayó lesionado a las pocas horas. Lástima. En Son Moix todos los madridistas lo echaron de menos. A él y a Roberto Carlos. Son los que ponen el turbo, los que tragan millas sin rechistar, los que poseen el don de la ubicuidad, los que conjugan sudor y talento como nadie... Ante este reactivado Espanyol hay que jugar de frente, con ardor y coraje. El Madrid debe ser inclemente.