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Cuando transcurran varios días y pase la tormenta, confío en que desde Del Bosque hasta el último de los pavones analicen con el rigor que merece la gigantesca mancha de chapapote que han depositado sobre la historia del Real Madrid y de una competición que, no olvidemos, lleva el nombre del Rey. Caer eliminado con semejante entreguismo y con media docena de jugadores empeñados en mancillar sus ya de por sí desacreditados currículums, debería sonrojar a todos cuantos han puesto su granito de arena para dar pie a semejante infamia. Claro que te puede eliminar el Mallorca, pero nunca siendo infiel a las dos enseñas de este club: honor y coraje. Ni una cosa ni otra. Ni fútbol. Ni presión. Ni ambición. Ni remate. Ni defensa. Ni pasión. Ni sentimiento. Ni orgullo. Ni portero. Ni centrales. Ni doble pivote. Ni ná de ná...

He buscado un culpable principal, pero se me acumulan los candidatos. Por eso no voy a dar nombres propios. Todos deberán pagar la máxima pena. El castigo debería ser similar a aquella legendaria escena de La Naranja Mecánica, en la que a Malcom McDowell le sujetan los párpados con pinzas para que contemple un vídeo donde se hacía una apología de la violencia tan cruda que termina desterrando todos sus instintos criminales. Anoche me acordé de Hierro, Iker, Figo, Roberto Carlos, Ronie... Ya es tarde. El daño es irreparable. Tiempos de silencio.