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Piterman se equivoca: su sitio es el Barça

Presidente-entrenador. Justo lo que el Barça necesita. ¡Y lo tenía tan cerca! Gaspart y Van Gaal amortizados en una sola figura, la de este ocurrente y simpático ucranioamericano que ha caído en Santander como una bomba. En ese Racing tan recoleto, tranquilo y clásico chirría necesariamente porque su modelo, probado con buena fortuna en el Palamós, es demasiado para ese club de aire tan austero, tan británico, tan tradicional, tan Estilo Míster Petland todavía. Al Racing no le prueban las extravagancias y Piterman ha caído allí como una bomba. No sé que saldrá de eso.

Sin embargo el Barça es ya la extravagancia institucionalizada. Ha hecho del fracaso un espectáculo pánico que cada semana esperamos con interés o aprensión, según nuestro gusto o disgusto por la estética grunge del desaliño, el carpe diem, el suicidio como horizonte. Ese Gaspart que lo mismo se autoinmola ante la ira popular que sale corriendo escaleras arriba. Ese Van Gaal que mira con ojos de besugo su libreta muerta. Esa reunión hasta la madrugada para decidir que no se decide nada. Esos políticos de alto fuste (Artur Mas, Duran i Lleida) metiéndose en camisas de once varas. Ese Serrat diciendo que los directivos han desvalijado el club con comisiones y amiguismos...

Y esa preocupación matriz de que, ante todo, no nos cierren el campo, qué ofensa, qué virginidad violada por Madrid, sus comités y sus conspiraciones. Y mientras, los boixos que vuelven a asaltar el palco, en busca de periodistas en los que desahogar su frustrante estulticia. Un cuadro ideal para un mesías como Piterman, el presidente-entrenador que le ha caído en triste suerte al recoleto, británico y tradicional Racing Club de Santander.