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Gil con pilas nuevas es temible

Ese marcapasos ha salido bueno. Gil se ha sentido de nuevo en posesión de toda su energía y en su reacción ante la derrota del Atlético en Villarreal reconocimos al de sus años más explosivos. Parecía que el tiempo, los golpes con la justicia, el descenso y una mayor comprensión de la realidad imprevisible del fútbol le habían ido atemperando. Pero ha salido de la clínica rejuvenecido, con el ímpetu renovado y las mismas pocas ganas de callarse que tenía tiempo atrás. Para desesperación de su hijo Miguel Ángel, que hace equilibrios en el club, de Luis Aragonés y de unos cuantos más.

Gil es así. Es del tipo políticamente incorrectísimo. Además vive el Atlético con pasión y más ahora, que espera una sentencia que le puede dejar sin el club y que puede dañar seriamente su patrimonio. Pero es que además, y no hay por qué disimularlo, le dan motivos. La barrera en el tiro libre de Unai era el ejército de Pancho Villa. Y el cuarto gol del Villarreal llega tras una sucesión de actitudes inadmisibles por parte de unos cuantos jugadores. Claro, que esas cosas se arreglan mejor hablándolas en privado, directamente a Luis, que aireándolas en El Larguero urbi et orbe.

Y además falta autoridad para lanzar un alegato así cuando se deben dos meses a los jugadores, a los buenos y a los malos. Ahora habrá que recomponer la convivencia en condiciones difíciles. Ahora Luis se verá observado a la hora de decidir sobre los tres jugadores enviados a la hoguera. Mantenerles puede sonar a pulso, apartarles puede sonar a debilidad. Ahora la búsqueda de dinero para pagar a los jugadores se dificulta más, porque es difícil fiar a una sociedad que se muestra tan poco fiable. Gil se ha equivocado y lo sabe. A esa pila hay que bajarle un poquito la potencia.