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¿Por qué ahora y no cuando Aguilera?

El Comité entra de oficio en el pisotón de Pablo Alfaro a Míchel Salgado. La primera pregunta que me viene es ¿por qué ahora y no cuando le rompió la nariz a Aguilera? La segunda es, ¿por qué a este sí, y a Motta, cuando aquella horrorosa entrada a Makelele, no? O si se prefiere, ¿por qué tanta inconsistencia, tantos zigzagueos, tanta arbitrariedad? ¿Por qué una línea tan errática? Soy partidario de que se cierren los partidos con el acta del árbitro. Nada que no esté incluido ahí debe tenerse en cuenta. Eso ayuda al árbitro, para el que cada iniciativa como la de ayer es una desautorización evitable. 

Y lo pienso como principio elemental. Pero lo pienso más aún cuando compruebo una y otra vez la obcecada incompetencia de nuestros comités, frente a cuyos desatinos acaba por darme la impresión de que nuestros árbitros son hasta buenos. O al menos son lo mejor de nuestra administración de justicia futbolística. Los errores de los árbitros, frecuentes, tienen más disculpa. Deciden al instante, en una situación difícil, entre sprint y sprint, en un ambiente de pasión, y con frecuencia los futbolistas hacen lo posible por engañarles y confundirles. Pero los comités no tienen ninguna de esas disculpas.

Más hubiera valido que en las muchas ocasiones en que este multirreincidente sí ha sido expulsado se hubiera aplicado con él un mayor rigor. Quizá no sería tan atrevido y tan descarado. O quizá no estuviera ya jugando. Pero con lo de ayer el Comité da una muestra de oportunismo que encima resulta de lo más inoportuno. Porque contribuye a que Sevilla se sienta maltratada (los cierres de los dos campos, las suspensiones a Denilson y Joaquín), a que allí piensen que se les trata con un rasero distinto. Y es muy difícil quitarles la razón, por muy odiosa que nos resulte la actitud de este reo.