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Un castizo... de Tetuán

Conocí personalmente a Lolo Sainz en Estambul. Año 1992. El Joventut iba a disputar la Final Four y mi admirado coach de blanca cabellera (como su corazón) se me acercó en el hall del hotel Sheraton. "¿Tú eres Tomás Roncero, el que ha firmado la crónica de ‘El Mundo del Siglo Veintiuno’?", me preguntó con el gesto del padre que va a dar un cachete al niño descarriado. "¡Sí, maestro!, ¿todo bien?" Lolo sonrió, puso su mano sobre mi hombro y me espetó: "Tomás, yo nací en Tetuán... Tetuán. Ya sabes, en el norte de África. Te agradezco que escribas que se ve por mi fachada y educación que soy el típico madrileño castizo de un barrio tan clásico como Tetuán. Pero, chico, no es el caso". La cara de memo que se me quedó no debió olvidarla Lolo porque desde entonces me trata como a un hijo.

Me aconseja y, además, aunque me saque casi 30 años, compartimos ideas sobre el baloncesto, la vida, la política... Lolo es una especie de Buda Feliz que sólo explota cuando debe defender a su manada. Lolo será para esta turbia sección de baloncesto un Príncipe de las mareas que recuperará el norte perdido que pueda rescatar el aroma de los gloriosos 70. Por cierto, impagable la cantera de la Federación Española. Y sin cobrar clausulas de rescisión. Pepe, un detalle de pureza.