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¿Para qué necesitamos gente como Alfaro?

No hace mucho tiempo, Alfaro le partió la cara a Aguilera en el Manzanares, ante la impavidez bobalicona de un árbitro que ese mismo día expulsó a Fernando Torres porque le pareció que había fingido dos penaltis. Por la noche escuché a Pablo Alfaro en El Larguero. Sobrador, arrogante, crecido, haciéndose la víctima de no sé qué. Pero el que tenía la cara rota era otro. Y el que había sido expulsado era otro. Él se fue de rositas. Como anoche, tras pisar de forma aviesa la rodilla de Michel Salgado, con la misma precisión displicente con que le sacudió el codazo a Aguilera.

En su carrera ha visto veintitrés tarjetas rojas. Bastantes más debería haber visto. Clama al cielo el reparto a voleo de sanciones de la mala justicia futbolística que tenemos. Clama al cielo que haya tantos jugadores que sufren suspensiones por un quítame allá esas pajas y que no exista mecanismo que corrija y socialice a un multirreincidente como éste. Y lo peor es que crea émulos. Javi Navarro hizo lo mismo que él, sólo que con menos disimulo (y menos precisión, y por tanto menos daño) y le echaron. Aún está aprendiendo. No alcanza la especialización siniestra de Pablo Alfaro.

Me pregunto para qué necesita el fútbol jugadores así. Por qué se les recluta, se les paga, se les alinea y se les consiente. Por qué los árbitros no andan listos en estas cosas, y no en las tonterías menores que tantas tarjetas provocan. ¿Llevan público al campo estos jugadores? ¿Provocan pinchazos en pay per view? ¿Ganan partidos? No. Parasitan el sistema y su presencia es culpa de todos. De los entrenadores que les dan alas, de los colegas que los toleran, de los árbitros que despistan el objetivo de sus persecuciones. Pero yo soy optimista. Poco a poco el fútbol se irá depurando de jugadores así.