José Antonio Reyes Calderón, (Utrera, 1-9-1983), sigue siendo la gran esperanza del sevillismo. Ese cheque en blanco que pueda proporcionar al club una importantísima inyección económica que haga respirar a la castigada entidad nervionense.

Reyes nació en una familia muy humilde de raíces gitanas. Con los estudios enterrados en cuarto de EGB, depositó en el fútbol todas sus esperanzas. Llegó al Sevilla con 10 años y en breve empezó a demostrar a los técnicos que guardaba un tesoro en sus piernas dispuesto a explotar. Con sólo 15 años, el Atlético de Madrid quiso ficharlo, pero el Sevilla, con la ayuda del propio chaval y su representante, consiguió atarlo. Un año después, Reyes debutó en Zaragoza en Primera División (30-1-2000). "Si hubiera tenido un año más seguro que el equipo no hubiera descendido", comentó en su día el técnico del Sevilla por aquel entonces, Marcos Alonso. "Tiene las cualidades para haber sido un grandísimo atleta", comenta el preparador físico del equipo, Ramón Orellana, quien se asombra con la potencia, velocidad, técnica y fuerza de la joya sevillista. Caparrós no dudó en apostar por él y lo convirtió en una pieza clave en el retorno a Primera División. El crack estaba en camino, pero había que pulir al diamante. Desde el primer momento, la entidad ha seguido muy de cerca la evolución personal de un joven criado en un entorno muy humilde. Le hizo cortarse las melenas que gustaba lucir, le animó a continuar con sus estudios, un psicólogo le sigue continuamente sus pasos...

El actual presidente, Del Nido, llegó a decir el pasado verano que "Rivaldo le ataría las botas", y confirmó que el club había descartado una oferta de 15 millones de euros. El Arsenal lo viene espiando durante toda la temporada, pero el Sevilla se remite a su cláusula, 36 millones de euros. "El año pasado debuté en el Bernabéu y fue horrible. Todo me salió mal. Esta vez será diferente", anuncia Reyes, quien tiene un ídolo en el Madrid: "¿Raúl? Sí es un gran futbolista, pero a mí me gustan mucho más Figo y Rivaldo".