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La irresistible comparación Urzaiz-Idiákez

Hace algunos meses, Urzaiz e Idiákez vivían situaciones parecidas. Uno en el Athletic y otro con la Real, pero los dos con una reivindicación pública: pedían más dinero para renovar del que el club estaba dispuesto a ofrecerles. Los dos acercándose a la treintena y convencidos de que su próximo contrato sería el último en el que pudieran rentabilizar su brillante carrera. Porque los dos estaban a punto de terminar contrato. Y cada uno de ellos con un agente al lado haciéndole saber lo mucho que valía y las muchas ofertas que podría conseguir. Los dos seguros de que el club cedería.

Pero los clubes no cedieron. Ni Athletic ni Real. No cedieron, entre otras cosas, porque no podían ceder. Porque aquí ya no se atan los perros con longanizas y ante una exigencia exagerada no hay más remedio que renunciar. Pero los agentes, a lo suyo: "No te preocupes, ellos se lo han perdido. Ya verás como yo te encuentro un sitio donde te paguen más de lo que estos tacaños no te han querido dar". Y se pusieron a llamar a puertas, por aquí y por allá: tengo un nueve internacional, tengo un conductor de juego exquisito que además coloca las faltas como nadie. Pero nada.

Al final del verano, Urzaiz bajó la cabeza y aceptó lo inevitable. Mejor regresar al Athletic, cobrar lo que me den y compensar, con vergüenza torera, el petardazo que he dado. Y ahí está, marcando los goles que mantienen a duras penas a flote al Athletic. Idiákez fue demasiado lejos en su pulso y ha acabado en el Oviedo. Hoy la Real es líder en Primera y el Oviedo es colista en Segunda. El caso Urzaiz nos explica que es de sabios rectificar. El caso Idiákez nos indica a qué puertos conduce el sostenella y no enmendalla. Los dos nos hablan de lo peligrosos que son los agentes.