Yo digo Tomás Roncero

Año impar, te toca el Pichichi

Tomás Roncero
Nació en Villarrubia de los Ojos en 1965. Subdirector de AS, colaborador del Carrusel y El Larguero y tertuliano de El Chiringuito. Cubrió los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, y los Mundiales de Italia 90, EE UU 94 y Francia 98. Autor de cuatro libros: Quinta del Buitre, El Gran Partido, Hala Madrid y Eso no estaba en mi libro del Real Madrid.
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Analizando tu densísima carrera (chico, aunque sólo tengas 25 años tus números son los propios de un treintañero con canas y barriguita) llego a la conclusión de que lo tuyo son los años impares y que, en consecuencia, en este 2003 que ya asoma las orejas vas a estar en disposición de conquistar tu tercera corona como máximo goleador del Campeonato de Liga. Tu problema es que cuando se juega un Mundial o una Eurocopa, en los años pares, te entregas de tal forma a esa España que tanto amas que tu cuerpo acaba pagando los esfuerzos hasta pasarte factura en tu particular cuenta de resultados. Tanto en el Mundial de Francia 98 como en la Eurocopa del año 2000 y el Mundial de Japón/Corea cerraste tus cartillas goleadoras como si fuesen de racionamiento. Por debajo de lo que tu calidad y tu instinto aventuran. Pero cuando la Selección está sumida en esas farragosas fases de clasificación con rivales de medio pelo, tu afán depredador te permite ser implacable en ese Real Madrid en el que, como dice Florentino, terminarás siendo un mito a la altura de Di Stéfano (me pongo de pie...).

Fuiste el mejor artillero de la Liga de las estrellas en 1999 (con 25 goles) y 2001 (con 24). Dos temporadas en las que no hubo título de Champions, pero sí mayor compromiso con el torneo de la regularidad. Empezaste este curso con problemas físicos y muchos te colocaron el cartelito de out of order (fuera de servicio). No te conocen. Ya eres con siete goles el máximo realizador, por delante de Ronaldo y Figo, y no vas a parar hasta levantar tu cuarta Liga. Una competición a tu medida porque simboliza el triunfo de la perseverancia, la obstinación y la calidad.

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